martes, 8 de septiembre de 2009

Ojos claros

Entró por la puerta lateral. La tormenta de flashes se desató sin tregua. Con la calma del que ya había hecho sus deberes, se acercó al asiento central de una hilera de cinco, se acomodó y contempló, sorprendida y admirada, la gran cantidad de micrófonos que tenía enfrente. El afortunado periodista que abriría la rueda de prensa se levantó y el ruido se apagó.

- Después de descubrir la vacuna que salvará a miles de personas, después de revolucionar el mundo, después de ser tildada por todos de auténtica heroína... ¿cómo se siente? - preguntó amablemente.

- Y es que aquel que nunca defendió sus sueños, se traicionó a sí mismo. Aquel que jamás luchó, no es siquiera comparable a un simple arbusto de carretera. Al menos, éste último trata, con gran coraje, de hundir sus raíces hasta el corazón mismo del planeta y enérgicamente pelea por alcanzar al sol en las alturas. La lucha hace al hombre. Y aquellos, miserables, que nunca enfundaron su voluntad cual hacha de guerra, los que únicamente llegaron al mundo, vieron y se marcharon en silencio y sin tocar nada, no son hombres. Son cobardes.

El que decidió no soñar para no caer una, dos ó mil veces, sucumbió ante la propia vida en un único y letal tropezón. Aquel que prefirió cerrar los ojos por temor a deslumbrarse es, efectivamente, ciego. Y claro, los que tienen piernas pero prefieren no correr, no podrán huir del fuego en días de incendio. Igualmente, esos imbéciles que rechazan viajar al cielo, a pasear entre las estrellas, por miedo a no encontrar el camino de vuelta, siempre estarán de por sí perdidos. El que no quiera ganar, perdedor será. Aquel que no fue capaz de desatar siquiera una sonrisa, aquel que siempre rechazó jugar, podría simplemente desaparecer entre las olas.

Los amantes de los disfraces, los que placenteramente se ocultan tras escudos y fortalezas, habrán perdido su valioso tiempo ocultando su verdadero espíritu, seguro más bello que cualquier disfraz. Las palabras guardadas que deberían haber sido ser soltadas, las lágrimas evaporadas que deberían haber sido derramadas, queman y torturan a fuego lento a sus temerosos dueños hasta volverlos locos. Los débiles morirán en la selva. Aquellos que construyan cadenas donde no debería haberlas son los verdaderos esclavos, embargados por la necesidad de que los vean guapos ya que ellos se ven feos. No obstante, el hombre que jamás galopó a caballo y sintió el aire golpeando su cara, despierto o dormido, nunca fue libre.

Aquel que no aportó, fue inútil. Quién nunca buscó una idea no es diferente de una bombilla estropeada, chatarra incapaz de devolver la luz que recibió del mundo. Y es que al que afirma nunca haberse equivocado, habría, por cínico y gamberro, que enviarle a una isla desierta para que reflexionara mirando al mar. Amigo, el que transporta veneno, se envenena. Y el de corazón negro, ennegrece lo que toca. Aquellos que nunca miraron a los ojos, sólo pudieron ver pies. También el que alberga rencor va, poco a poco, vendiendo su alma al odio y la desesperación. Más valdrían cuatro insultos y cinco puñetazos para liberar tan corrosiva carga.

El, sublime desgraciado, que nunca amó, no vivió.

Todos y cada uno de los demás, esos, son auténticos héroes. - sentenció visiblemente emocionada la chica de ojos claros.

2 comentarios:

  1. contundente, pero necesario, cada vez me apunto mas a esta filosofia (nirvanista?) quien no hace no vive y quien espera que la vida llame a su ventana, desespera. De todas formas, es demasiado contundente...

    un saludo

    Gonzalo

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  2. Buenas Rikel!

    No sabía que escribieras tú estos relatos...y me parecen fantásticos todos! Es genial ver que alguien de clase escriba tan bien. Seguiré tus nuevos posts ^^

    Un beso!
    Marta

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